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Machu Picchu se llamaba Patallaqta

Una historiadora basa en un documento del siglo XVI el descubrimiento del primer nombre de la ciudad inca

Se llamaba Patallaqta, que deriva de los vocablos quechuas pata (escalón) y llaqta (pueblo, ciudad, provincia). El nombre venía del sistema de sembradíos utilizado para ganar terreno a las montañas en un territorio, el andino, con escasas llanuras. En la época de esplendor de Machu Picchu, que duró alrededor de un siglo —entre 1440 y 1533—, el inca Pachacútec ordenó el máximo aprovechamiento de esos fértiles territorios al borde de la selva amazónica para crear una de las mayores reservas de alimentos para la población. Para gestionar toda esa producción construyó una ciudad administrativa, también lugar de culto: La Ciudad Escalón o la Ciudad Escalera, que desde 1911 fue conocida como Machu Picchu.

Quien asegura tener pruebas de esto es la historiadora española Mari Carmen Martín Rubio, basándose en un texto en el capítulo XXXII de la Suma y narración de los incas, la crónica de Juan de Betanzos. En él se dice que el inca Pachacútec, forjador de la máxima expansión del imperio del Tahuantinsuyo, pidió ser enterrado en “sus casas de Patallaqta”. La afirmación exige explicaciones. “Aparentemente hay una contradicción porque Pachacuti (prefiere esta denominación a la de Pachacútec) dice a la vez que quiere que su cuerpo quede en el templo principal de Coricancha, en el Cuzco. Un lugar donde se exhibían para el culto las momias de los gobernantes incas. Lo recogen otras crónicas, como las de Sarmiento de Gamboa, Pedro Acosta y también Polo de Ondegardo, que encontró la momia de Pachacuti y la llevó a Lima, donde la vio el inca Garcilaso de la Vega. Pero Betanzos dice que lo enterraron en una vasija de barro en Patallaqta”. Según la historiadora, al morir un inca se hacían al menos dos bultos. Uno era el cuerpo embalsamado, el otro contenía algunos órganos y los recortes de pelo y uñas de toda su vida.

“Pachacuti no solo era un gran guerrero, sino mejor administrador y guía religioso. Llegó a estructurar una sociedad cuasi perfecta. La ciudadela que mandó construir en Patallaqta, en la ceja de selva, era el centro administrativo de un territorio muy fértil aunque de escarpadas montañas. Allí se construyó un sistema de terrazas escalonadas, conocidas como andenes, donde se sembraron grandes provisiones. El nombre de Machu Picchu significa ‘montaña vieja’. Sin embargo, en quechua montaña se dice orqo. Picchu es un derivado de ‘pico’, en castellano. No es su nombre original”, puntualiza.

Martin Rubio encontró en 1987 en la biblioteca Bartolomé March, de Palma de Mallorca, 82 capítulos de la Suma y narración de los incas, de Juan de Betanzos, escrita en 1551, de la que solo se conocían 18. Se trata de una crónica de la conquista desde el punto de vista de los incas encargada a este temprano traductor del quechua por el virrey Antonio de Mendoza para conocer la genealogía de sus gobernantes anteriores. La situación de Betanzos era privilegiada para este fin. Hidalgo de origen gallego y vasco, Juan Díez de Betanzos Arauz se casó con la prima y esposa principal del inca Atahualpa, Cuxirimay Ocllo, bautizada como Angelina Yupanqui. Bisnieta de Pachacuti y casada con el último inca poco antes de su ejecución en 1533, la joven viuda contrajo matrimonio después con Francisco Pizarro (unos 40 años mayor), con quien tuvo dos hijos. Tras el asesinato del conquistador en 1541 —ella contaba entonces entre 20 y 25 años— , se casó con Betanzos, con el que llegó a tener tres hijos. Ella le proporcionó acceso a los viejos nobles y maestros incas, quienes le relataron de primera mano la historia de su pueblo.

La teoría del nombre de Patallaqta no es nueva, pero este documento la confirma, según Martín Rubio. Así lo corrobora el historiador y arqueólogo peruano Federico Kaufmann Doig, que actualmente supervisa un libro monumental sobre Machu Picchu. Él considera factible que Patallaqta haya sido el nombre original.

Situada entre dos imponentes montañas a 2.360 metros sobre el nivel del mar, rodeada de quebradas y ante el profundo cañón del río Urubamba, la ciudadela contaba con menos de 400 habitantes. “Allí se redistribuía, almacenaba y contabilizaban productos de la tierra. Los campesinos eran mitimaes, reclutados en otras regiones para estas tareas. Los tributos que se les exigían eran muy altos y con frecuencia se sublevaban. La presencia de Pachacuti, que los doblegó, era importante para mantener el orden. El culto a los muertos justificaba su presencia”, afirma la historiadora.

Martín Rubio, que hizo su tesis doctoral sobre La ciudad inca, sabe de lo que habla. “No resulta extraño que Pachacuti quiera ser enterrado allí. El arqueólogo Luis G. Lumbreras asegura que hay bóvedas para un enterramiento importante”.

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