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«Francisco Pizarro no era un genocida; eso lo fueron los ingleses»

Historia

La autora de «Francisco Pizarro: el hombre desconocido» responde a varios puntos controvertidos sobre la biografía de este conquistador ignorado en España y deformado por la leyenda negra

En un artículo de la sección ABC Historia publicado en febrero, se planteaba cuál era la causa por la que, al menos en apariencia, Hernán Cortés despierta más simpatías que Francisco Pizarro, a pesar de las enormes similitudes en sus biografías. En verdad ambos han sido maltratados y deformados por la leyenda negra, así como calificados de genocidas en fechas recientes. Pero incluso entre los «malvados» de la leyenda hay categorías. Pizarro es un gran desconocido en España y un hombre al que Perú quiere ahora recuperar. La historiadora Carmen Martín Rubio –autora de «Francisco Pizarro: el hombre desconocido» (Ediciones Nobel), que saca a la luz el lado humano del extremeño– ha querido precisar varios puntos sobre el artículo y sobre la biografía del conquistador del Perú.

–¿Es Francisco Pizarro un personaje injustamente tratado?

–En general, todos los conquistadores han sido muy maltratados. Los documentos sacados a la luz por el historiador Guillermo Lohmann Villena han demostrado recientemente que el auténtico Francisco Pizarro se parece poco al que presenta la leyenda negra. Pizarro tenía un objetivo muy claro, al que dedicó la mayor parte de su vida: conquistar los territorios de los que había oído hablar 20 años antes. No era una persona codiciosa ni cruel. Murió completamente arruinado.

–¿A qué se debe esta imagen distorsionada?

–Lohmann Villena dedicó su vida a la investigación y, después de muchos años, recopiló estos documentos que dan una imagen diferente. Es un trabajo de documentación que muy pocos historiadores han empleado. No obstante, en Perú las cosas están cambiando. He estado allí hace poco presentando mi libro y pensaba que me encontraría oposición a esta visión de Pizarro más humana. Me equivocaba; los catedráticos quieren dejar de estudiar una historia parcial que no se corresponde con la realidad. De hecho, el extremeño ya está recuperado en muchos sectores como padre del país. Un Pizarro humano, valiente y muy positivo. Hay infinidad de historiadores que le muestran de forma benévola.

Reclamó con insistencia que se respetasen los territorios originales de los incas y promovió leyes para proteger a los indígenas

–Comenta usted que en Perú tienen ganas de «querer» a Pizarro pero ¿y en España?

–Aquí directamente Pizarro es un gran desconocido. Cuando se presentó mi libro en San Marcos, un catedrático afirmó que literalmente en España nadie conocía a Pizarro para explicar la razón del título «Francisco Pizarro: el hombre desconocido». Le tuve que rectificar: en realidad, lo llamé así porque su calidad humana es desconocida en todo el mundo. A mi vuelta a España, no obstante, descubrí hablando con la gente que del extremeño realmente no se sabe nada. Si acaso la tendencia es a presentarle como el destructor del imperio inca y el hombre que superpuso una cultura sobre otra.

No conocen al auténtico Pizarro. Él reclamó con insistencia que se respetasen los territorios originales de los incas y promovió leyes para proteger a los indígenas. No quiso para nada destruir el imperio inca, como se puede comprobar en su correspondencia.

–¿Considera que existe mejor trato hacia Cortés que hacía Pizarro?

–No lo tengo claro. En México hay antihispanismo y en España los conquistadores no se estudian en los colegios. Sus figuras resultan vagas. Lo que sí es cierto es que de Cortés ha habido un poco más de interés, porque contó con cronistas desde el primer momento que se dedicaron a ensalzar su gesta. De Pizarro se escribieron también sus hechos, pero sin que nadie se tomara la molestia de resaltar su figura. Por eso tal vez Cortés ha sido más atractivo.

–Uno de los episodios más oscuros en la vida de Pizarro fue su implicación en el proceso contra Núñez de Balboa, que terminó ejecutado por orden de Pedro Arias Dávila

–En el libro aclaro lo que pasó. En 1513, Pizarro participó en el descubrimiento del Mar del Sur junto con Núñez de Balboa. Fue un personaje importante, un capitán, al que el cronista Bartolomé de las Casas le señala como el que se anticipó al resto en el descubrimiento. Balboa y Pizarro se llevaron muy bien durante su aventura conjunta, pero cuando volvieron a Panamá se encontraron con las envidias del gobernador, Pedro Arias Dávila, que era un tipo conflictivo. Temiendo que la popularidad de Balboa le costara el cargo, el gobernador se anticipó y le prendió en 1518. A Pizarro, capitán del ejército de la Corona, no le quedó más remedio que detener a Núñez de Balboa. No obstante, en los autos que hace en su defensa Balboa nunca cargó contra su viejo amigo, porque sabía que solo cumplía órdenes.

En general los conquistadores trataron bien a la población y generaron mestizaje

–Otro de los ataques recurrentes contra Pizarro y los conquistadores es que eran personas muy codiciosas.

–Pizarro murió arruinado, porque la Corona nunca auspiciaba nada. El dinero debía correr por cuenta de cada conquistador. Asi que Pizarro tuvo que organizar ejércitos y barcos por su cuenta y riesgo. En el año de su muerte estaba arruinado, puesto que se había pasado la vida levantando ejércitos y fundando ciudades. Y desde luego no era un hombre codicioso. El Inca Garcilaso de la Vega cuenta que Pizarro, al que le gustaba jugar y apostar, se dejaba ganar en ocasiones, cuando quería ayudar a gente que tenía problemas económicos y demasiado orgullo para pedir el dinero.

–¿Se puede decir lo mismo del resto de conquistadores, en cuanto a generosidad?

–Todo el que abandona su país lo hace para prosperar en otras partes, pero eso no significa que todos fueran crueles y codiciosos. En general trataron bien a la población, generaron mestizaje, porque, entre otras cosas, necesitaban su mano de obra para prosperar. Aunque tradicionalmente se ha dicho lo contrario, lo cierto es que los indígenas cobraban por su trabajo, incluso en las minas. Asimismo, la mayoría de conquistadores se mezclaron y se casaron con princesas incas.

–¿Y Pizarro era partidario de ese mestizaje?

–Cuando tuvo a su primera hija ya tenía 56 años, habiendo sido un solterón toda su vida. Al descubrir el Perú, Pizarro se dio cuenta de la importancia de aquel reino y entendió que había que entroncar con la población. Dio ejemplo casándose con la hermana de Atahualpa. Quería que los españoles echaran raíces y que emergiera una nueva raza. Todos los que le acompañaban hicieron lo mismo.

–También tiene sombras importantes la biografía del conquistador.

–Sí, pero la leyenda negra ha llevado a muchos errores. La muerte de Atahualpa no la considero una sombra, porque en aquel momento Pizarro estaba rodeado por 50.000 guerreros indígenas y ellos eran 175. Solo si moría Atahualpa podían acabar con el ímpetu guerrero de los incas, pese a lo cual Pizarro se opuso a ejecutarlo hasta que los capitanes le forzaron a ello. En este sentido, dicen los cronistas que derramó lágrimas. Esa no es la actitud de un hombre cruel.

Tampoco creo que la muerte de Diego de Almagro, en otro tiempo su socio, sea una sombra. En este asunto dejó maniobrar a su hermano Hernando, limitándose él a tratar de apaciguar el conflicto con los almagristas, que volvieron arruinados de Chile y con sed de venganza.

Lo que sí considero una sombra, en cambio, es cuando antes de avanzar hacia el imperio inca, a la altura de Ecuador, se rebelaron varios caciques locales y Pizarro permitió que fueran ajusticiados. Asimismo, cuando sus hombres quisieron regresar a Panamá él ordenó que a los cabecillas de la rebelión se les cortara las yemas de los dedos. Tiempo después, descubrió que los condenados eran inocentes y, por tanto, había cometido una injusticia. Todos los grandes personajes tienen sus sombras.

–Actuaciones tan brutales como esas hacen intuir que le importaba mucho la disciplina, ¿se le puede considerar un buen militar?

–No se puede considerar que estuviera obsesionado con la disciplina. Era un militar neto, que se formó con el Gran Capitán en Italia y que empleó sus tácticas en su empresa americana. En la batalla de Cajamarca demostró sus dotes militares. Estaba completamente rodeado y consiguió aprovechar las ventajas del terreno para salir victorioso. Cuando Atahualpa entró en la plaza fue abatido por los españoles. Pizarro terminó la jornada herido intentando que nadie matara al dirigente capturado.

–El retrato que usted presenta sobre Pizarro le da una entidad muy humana, ¿el resto de conquistadores compartían estas cualidades?

–La conquista se vendía como una forma de hallar grandes tesoros, y luego eso no correspondía con la realidad. Los conquistadores llegaron a sentirse defraudados, de ahí el mito del Dorado, que potenciaron las autoridades para quitarse de encima a esos hombres hambrientos de oro. La gente se volvía dura por la decepción, las condiciones del terreno y la frustración. Así salía lo peor que llevaba cada uno dentro.

–Algunos de los lugartenientes de Pizarro (Francisco de Orellana, Diego de Almagro…) parece que sí actuaron con dureza o por pura codicia, o al menos así lo ha reseñado la leyenda negra.

–Orellana, el hombre que se obsesionó con El Dorado, no fue tan duro, a pesar de su fiebre del oro. Por su parte, el problema de Almagro fue el rencor. Cuando se firmaron las capitulaciones de Toledo se nombró gobernador a Pizarro, aunque ellos habían pactado compartir este cargo. No en vano, el Consejo de Indias no quería otro caso de bicefalia en un gobierno y a Almagro le entregaron un cargo menor. Esto generó una envidia hacia Pizarro que nunca abandonó la mente de Almagro. Pizarro lo sabía y trató de apaciguar las cosas, e incluso le apoyó en su expedición a Chile. Precisamente de allí volvió arruinado y más rencoroso si cabe. En cualquier caso, durante su guerra contra los Pizarro se dejó llevar por los hombres de su entorno.

La gente se volvía dura por la decepción, las condiciones del terreno y por el ambiente de frustración

–Recientemente desde la izquierda han calificado a los conquistadores de genocidas. ¿Existe base histórica para afirmar tal cosa?

–Genocidas fueron los ingleses. Colonizaron EE.UU. con la idea de que el mejor indio es el indio muerto, y les quitaron sus tierras. Pizarro no quiso nunca quitar sus tierras a los incas. La Corona se apoderó únicamente de los templos, las casas de los soles y de los palacios de los incas. Luego respetaron escrupulosamente las tierras de la gente. En 1542, las Leyes Nuevas de las Indias fueron el primer hábeas corpus de la historia en defensa del débil. Para nada se les puede calificar de genocidas. La cuestión es que en ciertos sectores políticos es una palabra que vende y que se recurre a ella con demasiada facilidad.

 

Francisco Pizarro: la humanidad puede con la leyenda negra

Día 30/10/2013 – 11.59h
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    Carmen Martín Rubio ultima una biografía que demuestra su templanza, su carácter de estadista y su papel decisivo en la economía del siglo XVI

    Francisco Pizarro es tal vez el más controvertido de los descubridores por la leyenda negra. Audaz y determinado en sus hechos de armas, la historia no le «perdona» que a un tiempo colonizara el riquísimo imperio de los incas -y ajusticiara al emperador Atahualpa– ni que tuviera que librar batallas contra sus subordinados (el resentido Diego de Almagro) o participar en el arresto y ejecución de Núñez de Balboa -fue su lugarteniente en el descubrimiento del Pacífico, en 1513– por orden del gobernador Pedrarias Dávila.

    Y sin embargo, la imagen que el mundo tiene de Pizarro bien merece una revisión, sobre todo a la luz de las cartas que escribió, poco conocidas y en las que se refleja una figura mucho más compleja, la de un estadista con sentimientos y escrúpulos ante las decisiones difíciles que debió afrontar, y también con algunas ideas muy claras que se convertirían en las virtudes fundacionales del Nuevo Mundo hispano, como la apuesta por el mestizaje, el mandato (tantas veces fracasado) de tratar bien a los indios y la pacificación. Eso es lo que asegura la historiadora Carmen Martín Rubio, que ultima una biografía sobre el conquistador, que aparecerá el próximo año y está llamada a cambiar estos prejuicios.

    Según sus conclusiones, antes de juzgarle no debemos olvidar que Pizarro viene de una cuna humilde. «Aunque pertenece a una familia aristocrática de Trujillo fue rechazado por su padre. Tal vez ese hecho influye en el afán de superación que gobierna toda su biografía», comenta la historiadora.

    Pizarro es hijo ilegítimo, se cría con su madre y su abuelo maternos, campesinos y roperos. Es un niño que no aprende a leer. Se conserva la partida de bautismo y allí se le consigna como Francisco González, con el apellido de la madre. «No llevará el apellido de su padre hasta los 12 años. Cuentan los cronistas -nos recuerda Martín Rubio- que un día su abuelo paterno lo vio jugando en la calle y se dio cuenta del parecido con él y con su hijo, y convence a su hijo para que le dé apellido. El padre nunca quiso saber nada de él. Ni le menciona en el testamento».

    La vida de los conquistadores es pura adrenalina, su sangre y su siglo corren aceleradamente por biografías vertiginosas. Pizarro viaja a Italia a los 17 años, lucha en los Tercios junto al Gran Capitán y aprende la ciencia militar. Al comenzar el siglo XVI viaja a América. En 1513 le tenemos junto con Vasco Núñez de Balboa, descubriendo el Pacífico, en una expedición cuyo quinto centenario conmemoramos y en la que oye por primera vez a los indígenas hablar del rico reino del Birú.

    En 1526 comienza a buscar el mítico imperio y en 1534 toma Cuzco, tras una década de sacrificios, horrores y hambrunas sin cuento, superando indisciplinas y desafíos que, aun hoy recordados, cortan el aliento. Gobierna y enriquece a la Corona como pocos, ya que las grandes minas están en sus dominios. La corriente de oro y plata de Perú, Charcas y Potosí que inunda Europa y funda el capitalismo, mana de su Gobierno.

    En las cartas que Pizarro envió a Carlos V a través de su último secretario, recientemente recopiladas por el historiador Guillermo Lhoman Villena, se reflejan motivaciones y sentimientos incompatibles con la caricatura de la leyenda negra. Martín Rubio recuerda que, por ejemplo, cuando Almagro le vence en Abancay, escribe conmocionado por la persecución y muerte de sus hombres: «…me duele y me llora el corazón, que no sé que sufrimiento me basta de no reventar con ver tales cosas e no puedo creer sino que el enemigo ha reinado en este hombre pues todas las cosas permite y consiente».

    Poco tiempo después, tras vencer a Almagro y ejecutarle (dejando, eso sí, vivos a sus oficiales, los mismos que a la postre se conjurarían con el hijo de Almagro para asesinarle) muestra compasión por la orfandad que provoca: «Don Diego, hijo del adelantado, que Dios tenga en el Cielo, queda muy pobre. Tengo por [él] amor que a su padre tuve, aunque él en muerte y en vida procuró mi daño y mi deshonra, por la crianza que en mi casa tomó y porque yo le he de tener por hijo, suplico a Vuestra Majestad muy humildemente tenga de él memoria y le mande hacer mercedes, pues haciéndolas a él las recibo yo, pues su padre sirvió a Vuestra Majestad».

    Y quien tanta riqueza proporcionó no logró convencer al Emperador del orgullo de sus hazañas: «Mande que se me dé como se ha dado a los demás que han servido (…) ninguno me ha hecho ventaja como los demás lo conocen por los grandes tesoros que de mis trabajos ha recibido», (solicitaba la Gobernación sobre Charcas para que la explotación de sus minas le ayudasen a sostener su gobierno, una solicitud que no le fue concedida).

    Sus dos últimas misivas muestran al hombre abatido, que ha dedicado su vida, energía y hacienda a vastas conquistas, exploraciones y fundación de ciudades. «E a mi me abate y me pone en el hospital cargado de deudas por sostener la tierra…», dice en un lugar. Y luego: «Parece que, como a hombre desahuciado de vida, me dejáis a que obre natura, o muera o viva, dejándome abierta la sepultura».

    Once días después de escribir esa carta Pizarro era asesinado en su propia casa por los partidarios de Diego de Almagro, los antiguos oficiales que había perdonado, alentados por el liderazgo del hijo de su lugarteniente por el que había intercedido. Lo cierto es que solo la explotación de las minas de Charcas podrían haber vigorizado el poder económico de un hombre con tierras pero sin dinero, que había reinvertido en mejorar las ciudades y otras empresas. No murio rico, no murió bien, quien tan bien había servido a su Rey.

    Así dice su testamento sobre la venta de sus bienes como única posibilidad de recuperar el dinero que necesita para sostener sus tierras: «…que por su propia autoridad e sin mandamiento de juez alguno puedan entrar a tomar tanto de mis bienes e quanto a ellos les pareciere e bien visto fuere que son menester para cumplir e pagar este mis testamento e venderlos e rematarlos en publica almoneda para que dellos e de lo procedido dellos cumplan efectúen e paguen todo lo contenido en este micho testamento o en todos los dichos mis bienes remanecientes cumplido y efectuado este mis testamento e postrimera voluntad instituyo e dejo por mi universal eredero a Don Gonzalo Pizarro mi hijo en todos mis bienes asi del estado e marquesado que Su Majestad me tiene hecha merced como de todos los otros bienes que parecieren ser mios o pertenezcan por alguna causa o de derecho…».

    Una historia de amor

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